Heute ging früh los, denn wir mussten den Zug von München nach Kronberg relativ früh schnappen. Die Koffer wurden gestern sorgfältig gepackt, denn für einen Monat werden wir nicht mehr nach München zurück fahren können. Ein Monat aus dem Koffer leben; heißt es! Nichts darf vergessen werden und wenn etwas vergessen wird, wird es einfach gekauft.
Der Münchener Bahnhof am Morgen ist voller Betrieb, eigentlich auch am Nachmittag, den ganzen Tag. Dieses ewige Hin und Her der Menschen , alle eilig beim Koffer schleppend. Alle haben ein Ziel und das ist wichtig. Ziellos dürfte keiner sein.
Wir stiegen in den ICE722 ein. Ein Glück, dass wir Reservierungsplätze hatten, denn er ist voll. Kurz nach uns stieg eine Familie aus Indien: Mutter, Vater und zwei süße Mädchen. Sie waren der deutschen Sprache nicht mächtig und fragten mich auf Englisch, ob sie in den richtigen Zug eingestiegen seien. Ich bat um ihre Fahrtkarte, um zu sehen, ob es alles stimmte. Sie nahmen Platz uns gegenüber und unterhielten sich laut und eifrig in einer Sprache, die ich nicht verstand. Der Mann schwieg meistens, aber die Frau redete, redete endlos und gestikulierte. Ich sah mir die Hände des Mannes an: große Hände, er war bestimmt ein Arbeiter, der hierüber gekommen war zu arbeiten. Sein einziges Gepäck ein großer Koffer und ein Rucksack. Vielleicht wollten sie ihr Glück im Ausland probieren, vielleicht. . . Ich denke darüber nach und versuche mir vorzustellen, was diese Familie in Indien gemacht hat, wie sie gelebt haben, unter welchen Verhältnissen. Die Zeit bekommt Flügel und plötzlich höre ich die Ansage: „In wenigen Minuten erreichen wir Nürnberg.“ Die Familie bereitet sich auszusteigen. Ich lächle die beiden kleinen süßen Mädchen an, sie lächeln zurück. Innerlich wünsche ich ihnen viel Glück!
Aus dem Fenster schaue ich den Bahnhof: Auf einem anderen Gleis steht eine Nonne, neben ihr eine Japanerin, gleich hinten eine ältere Dame mit Hut, bestimmt eine deutsche. Wie bunt ist die Welt. Gott sei Dank. Ich sitze weiter im Zug und schreibe. . .
Aus dem Tagebuch einer Weltpendlerin
Reflexiones en un viaje de Munich a Kronberg. Que colorido es el mundo. Gracias a Dios!
Hoy partimos muy temprano ya que debimos abordar nuestro tren de la estación de Munich temprano. Las maletas las hice ayer para evitar retrasos. Esta vez también debí pensar en todo ya que por un mes no volveremos Munich y debemos vivir de las cosas que hay en esa valija. No debo olvidar nada y aquello que he olvidado , es muy sencillo, lo tendré que comprar.
La estación de Munich está repleta de gente que viene y que va, arrastrando sus maletas. Gente se ve por doquier y a cualquier hora. Todos parecen tener una meta. Qué importante es tenerla siempre.
Subimos al ICE 722. Es una suerte que hayamos reservado nuestros asientos porqué el tren está completo. Poco después de nosotros subió una familia hindú: La madre, el padre y dos simpatiquísimas nenitas pequeñas. No sabían alemán y me preguntaron en inglés si habían subido al tren correcto. Le pedí que me mostraran su pasaje para saber adonde querían viajar. Si, era correcto. Tomaron asiento frente a nosotros y comenzaron a conversar. La voz cantante la llevaba la mujer que hablaba en un tono muy alto y gesticulaba, el hombre callaba y asentaba con la cabeza. Hablaban en un idioma que yo no comprendía. Repentinamente miré las manos del hombre y vi que eran muy grandes, trabajadas. Eran las manos de un trabajador que quizá vino a Alemania a probar su fortuna laboral. Su único equipaje era una gran valija, una mochila y un bolso, pero tenían el tesoro de sus hijitas, que era lo más importante. Comencé a pensar y traté de imaginarme lo que hacía esa familia en su país natal, como vivirían en la India, que hacían. Mi pensamiento cobró alas. En un santiamén me sorprendió el anuncio del altoparlante que el tren estaba llegando a Nüremberg. La familia se preparó para bajar. Al pasar las nenas les sonreí y ellas me devolvieron la sonrisa. Para mis adentros les deseé suerte en su empresa aquí en Alemania.
Al observar por la ventanilla descubrí en un andén una monja, al lado de ella una japonesa y atrás una mujer de edad con un sombrero que seguramente sería una alemana. Que colorido es este mundo. Gracias a Dios!
Del Diario de una escritora trotamundos.