26/03/11
Batalla legal por la lista de Schindler. Erika Rosenberg, albacea de la célebre lista, denuncia que planean subastarla en Estados Unidos.
Por Sibila Camps
Apenada. Erika Rosenberg, a quien emilie Schindler le encomendó la defensa de su legado antes de morir, recibio ayer en su casa a clarin.
El juez está fallando a favor de un ladrón”, se indigna Erika Rosenberg. Ha hecho y sigue haciendo todo lo posible por cumplir con la voluntad de Emilie Schindler, quien en su testamento la nombró su heredera “para trasmitir la historia tal como fue”. Pero no ha podido evitar que un desconocido en Estados Unidos ofrezca en subasta “el único original de la lista de Schindler jamás puesto en venta”, por 3 millones de dólares. Desde 1990, cuando conoce a Emilie en la casa que le había prestado la B’nai B’rith en San Vicente (Buenos Aires), la historia de Erika queda engarzada con los Schindler, y se vuelve tan atrapante como la del empresario que, con ayuda de su esposa, salvó a más de 1.200 judíos. Traductora, intérprete y profesora de idiomas –sobre todo de alemán–, periodista, escritora e historiadora, se acercó a la viuda de Oskar Schindler para una nota sobre las migraciones en la Argentina.
Aquí había venido el matrimonio en 1948. En 1958 se separaron y Oskar volvió a Alemania; sin embargo, nunca se divorciaron. “Vivieron en la miseria los dos. Murieron en la miseria los dos”, subraya Erika.
Habían gastado el equivalente a 26 millones de euros para salvar esas vidas .
Hija de judíos alemanes que huyeron del Holocausto, familiar de otros que sí fueron víctimas, la escritora trabó con Emilie una relación entrañable. “Fue la abuela que no tuve, y la mujer que me contó la historia desde el otro lado” . Unas 400 horas de grabación fueron el núcleo de sendas biografías sobre los Schindler. En 1990, Erika estaba en la Feria del Libro de Fráncfort cuando el Stuttgarter Zeitung informó sobre el hallazgo de una valija con documentos y fotos de Oskar Schindler. Tras su muerte en 1974, se la había llevado una amante, esposa de un médico. Ella murió en 1984 y el marido en 1995. Como sólo dejó deudas, sus hijos repudiaron la herencia; y al desocupar la casa, en el altillo se toparon con la valija.
En tanto apoderada de Emilie, Erika fue al diario –donde escribía un hijo del médico–, y puso un abogado. Cuando el juez ordenó el allanamiento, la valija ya no estaba: la habían enviado al museo Yad Vashem, en Jerusalén.
“Antes habían microfilmado la documentación: nos dieron 42 carpetas con las fotocopias. Está la certificación de todas las condecoraciones, pero nada se sabe de las medallas”. Erika se cansó de escribir al museo y a funcionarios israelíes, adjuntando pruebas de que ese material pertenecía a la viuda de Schindler. “Oskar no quería donarlo. Y Emilie deseaba que se expusieran en museos alemanes”. Jamás le contestaron. Jamás lo expusieron.
En 2001, Erika acompañó a Emilie a Bonn, para la inauguración de una muestra con sus propias condecoraciones, que había donado a la Casa de la Historia. “Quería morir en Alemania”. Quedó albergada en un hogar y murió en octubre, días antes de cumplir 94 años. Erika, que había regresado a la Argentina, volvió a Alemania para despedirla y pagar su entierro. Dolida por no poder cumplir con su voluntad de exponer en público esos papeles, el año pasado descubrió en Internet que la empresa Memorabilia, de EE.UU., ofrecía “la lista de Schindler”.
Es el original de una de las 42 carpetas de fotocopias, lo que prueba que había sido enviada al museo israelí .
“En algún lado ‘se perdió’ esa lista”.
“No es la primera lista, que es la salvadora, de agosto de 1944, y que nunca se encontró – aclara –. Listas, puede haber muchas: en un campo de trabajo, y el empresario debía demostrar cuántas personas tenía, para recibir la ración diaria de 300 calorías”. La que pretenden vender es de enero de 1945, e incluye a 120 judíos que “ habían estado tres semanas dando vueltas porque ningún fabricante los quería. Emilie estaba sola en Brünnlitz y se hizo cargo, para que no los mataran”.
Erika pagó el abogado en EE.UU., perdió en primera instancia, y ya no tiene plata para apelar. Pero no se resigna.
“Lo hago en primer lugar porque Emilie era mujer; en segundo lugar por mis padres, que no pudieron volver. Y si bien a toda la familia la gasearon, siento que tengo que agradecerle lo que hicieron por otros, arriesgando su vida durante tantos años”.